El juego de la ruleta rusa en Puerto Rico
¿Por qué?¿Por
qué asesinaron a madre e hija en la floristería?
¿Porque estaban
atendiendo el negocio? ¿Porque estaban allí? Porque… ¿porque no había
suficiente dinero en la caja? ¿Porque una se llamaba Rosa, les dio gracia la
coincidencia y tiraron del gatillo? Porque ¿sí…?
¿Por qué le
volaron de la cabeza de un disparo al muchacho que regresaba de un cumpleaños
de familia? ¿Porque iba en un automóvil caro? ¿Porque era domingo en la tarde?
¿Porque se veía blanquito? ¿Porque iba por la carretera? ¿Porque tenía diez y
siete años? Porque ¿sí…?
¿Por qué hace
más de cuatro años una madre no sabe por qué su hijo llegó abaleado y muerto al
hospital? ¿Porque el muchacho estrelló su carro contra la verja de un lugar de
cuido? ¿Porque era inmaduro? ¿Porque tuvo mala suerte? Porque ¿sí?
¿Por qué no se
sabe quién asesinó a un niño es su cama, en su cuarto, en su casa? ¿Porque
tenía siete años? ¿Porque era varón? ¿Porque dormía? Porque ¿sí?
¿Por qué
asesinaron a una joven y a su novio en un estacionamiento? ¿Porque era de
noche? ¿Porque eran jóvenes? ¿Porque se divertían? ¿Porque se querían? ¿Porque
tenían ilusiones? Porque ¿sí?
Una interminable
lista de porqués.
¿Por qué me debe
importar a mi o a cualquiera en este país los asesinatos con y sin aparente
sentido de gentes, es su mayoría extraños?
Porque: a todos
nos toca ir al supermercado; porque podemos vernos blanquitos, trigueños o
negros y caerle mal a otro; porque podemos vernos ricos, pobres o indigentes y
no valer nada; porque atendemos el negocio; porque echamos gasolina; porque
recogemos a nuestro hijo o hija en la escuela; porque vamos por el expreso al
trabajo; porque viajamos por la carretera a las dos de la tarde o a las ocho de
la mañana, lunes, martes o domingo; por que vamos a la playa; porque intentamos,
porque necesitamos vivir.
Porque aunque no
sea con nosotros o los nuestros la mancha de dolor, de impotencia, de miedo se
amplía y crece y un día, sin darnos cuenta, estamos dentro del charco y tenemos
los pies y el alma empapados por la desgracia. Porque sí…
Hasta que la
bala no se aloja en la espalda, la cabeza, el estómago de alguien que conocemos
el otro tiene el problema. Mientras no se vuele el seso de mis miedos, de
sentimientos o ilusiones, miro en otra dirección, paso la página, lo resuelvo
con que se maten entre ellos, no merecen compasión.
El domingo me
reúno con mi cuates del espíritu, rezo por los miembros de mi club, canto,
alabo a Yahvé, a Jehová, a Dios y
a Jesucristo y allá aquellos que no me conciernen hasta un día que el revolver
se dispara y en la camarilla había una bala y revienta la ilusión de que
conmigo, con los míos, con los que conozco no es. Entonces me vuelvo a Yahvé, a
Jehová, a Dios, a Jesucristo y le pido clemencia, misericordia, caridad para
ese que agoniza, que otro creó con su violencia.
Porque vivo con
control de acceso, le pisoteo la dignidad al que intenta pasar por mi
vecindario, afuera cultivo, junto a mis vecinos, una tierra de nadie, un páramo
de violencia por el que tendré que pasar tarde o temprano. Pero eso no lo
pienso. Estoy, estamos seguros… Cierro el portón y me quedo en casa con alarma,
cisterna, planta eléctrica… y pronto, ahora, dependiendo de mi ira contra el
otro, saco un permiso para poseer armas, me apunto para unas clases de tiro y
si se me cruzan los vuelo a ellos… porque a todos nos toca en el momento menos
pensado.
En Puerto Rico
viven, mal contados, cuatro millones de personas. Apuesto que de cada cinco
tres cargan un arma como herramienta de trabajo. Entonces, de cada cien sesenta
pueden volarnos la ilusión, ya sea por defenderse, por miedo o porque sí, de que
estamos seguros, de que conmigo, contigo, con los tuyos, con los míos, no es.
Pregúntate si la
violencia se trata del otro. Imagina que el arma te apunta y la bala tiene un
nombre que conoces. Esa es la naturaleza del juego. Una ruleta rusa en la que
cualquier es el blanco porque el otro tiene una banda que le cubre los ojos con
el razonamiento de que te mato porque tú no eres de los míos. En la realidad
civil que vivimos todos estamos sentados a la mesa de juego queramos o no
participar. Hemos regresamos, en nuestro oscurantismo social, a los tiempos bíblicos;
pagan justos por pecadores. Me pregunto: ¿hay justos en este juego?